Debemos valorar nuestro derecho a votar

Para muchos estadounidenses, el voto es más que un deber cívico – es un deber moral.

Muchos latinos dijeron que estaban motivados para votar debido a los mensajes racistas de Donald Trump. (Aurelia Ventura/ La Opinion)

Muchos latinos dijeron que estaban motivados para votar debido a los mensajes racistas de Donald Trump.  Crédito: Aurelia Ventura | Impremedia/La Opinion

George Fox, el fundador de Society of Friends, tiene una frase que siempre ha guiado mi vida espiritual: “Anda alegremente por el mundo, reconociendo aquello de Dios en todo el mundo”.

En otras palabras: Recuerda siempre que todas las personas que conoces andan por su propio camino a la par junto a ti, y merecen tu atención y respeto.

Durante mi infancia, mis padres siguieron esta creencia. Mi padre era dueño de un pequeño taller de soldadura. Siempre me decía que esta habilidad le permitiría a sus empleados mandar a sus hijos a la escuela. A cambio, el trabajo de sus empleados pagaría por mi educación y la de mis hermanos. Mis padres me inculcaron la importancia de ver por los demás y me demostraron que la fe, la familia y el trabajo duro son un camino seguro para tener una vida plena.

Mi creencia en el poder de la compasión fue fomentada por mis maestros en la preparatoria Rockhurst en Kansas City, una institución jesuita donde nuestro lema era “Hombres por los demás”. Nos enseñaron cómo encontrar nuestro propio sentido del bienestar espiritual ayudando a los más necesitados.

Esa creencia fue reforzada durante mi primer año como estudiante en la Facultad de Derecho de Harvard. Mientras me sentía inseguro de mi futuro, escuché una “voz pequeña y silenciosa” en mi cabeza, diciéndome que mirará más allá del mundo al que me había acostumbrado. Y poco después, estaba en rumbo a El Progreso, Honduras, para hacer un voluntariado con los misioneros.

En el 1980, Honduras era uno de los países más pobres en el continente americano – pero los hondureños me sorprendieron con su hospitalidad y buen espíritu. Yo correspondí a su hospitalidad poniendo en práctica las habilidades que había aprendido en el taller de mi padre para enseñarles soldadura y carpintería a 70 niños en el Instituto Tecnico Loyola.

Los niños eran adolescentes como cualquier otros, llenos de energía y sueños. Pero vivían bajo una dictadura militar, donde no podían escoger a sus líderes. Eso creó un sistema que solo funcionaba para las pocas personas en la cima, y donde todos los demás fueron olvidados. Mis amigos oraban para que el día en el que ellos pudieran usar su derecho a votar llegará.

Es difícil tomar el derecho a votar por sentado después de eso.

Cuando regresé a casa, esta experiencia me inspiró a dedicar mi vida para luchar por la justicia social y los derechos de los votantes. Después de terminar la Facultad de Derecho, sabía que quería dedicarme al servicio público y trabajar con mi comunidad – escucharlos y saber lo que necesitaban y hacer todo lo posible para realizar un cambio.

Esos valores me han guiado durante mis diecisiete años como abogado de derechos civiles, como concejal y alcalde de Richmond, como gobernador y como senador.

Ahora, como parte de la fórmula Clinton-Kaine, estos valores me siguen guiando. Hillary y yo tenemos un plan para implementar el registro universal y automático de votantes cuando cumplan dieciocho años. Lucharemos contra los esfuerzos que buscan restringir el derecho al voto por todo el país.

Para muchos estadounidenses, el voto es más que un deber cívico – es un deber moral. Es lo que nos permitirá continuar progresando en nuestro camino para alcanzar la igualdad y oportunidades para todos.

Es por eso que tenemos que defender los derechos de los inmigrantes. Hillary Clinton y yo finalmente aprobaremos una reforma migratoria integral que incluirá un camino a la ciudadanía. Abordaremos los casos pendientes de visas familiares, y defenderemos los programas de DACA y DAPA. Debemos hacer todo lo posible para mantener a las familias unidas, no crear un “país de deportaciones” y separando a familias.

Debemos de escuchar a la comunidad latina y afroamericana cuando nos dicen que este país no ha cumplido su propósito. Tenemos que actuar trabajando para acabar con la epidemia de la violencia de armas de fuego y terminar con los prejuicios sistémicos que plagan nuestro fallido sistema de justicia criminal.

Y nunca nos deberíamos de rendir ante la demagogia y las promesas vacías que Donald Trump nos da en esta contienda presidencial.

Hillary y yo nunca sacrificaremos nuestros valores fundamentales. Ante todo, los Estados Unidos no es un país donde se prohíben las religiones; es un país que le da la bienvenida a todas las personas, sin importar sus orígenes.

El Papa Francisco, un jesuita latinoamericano, nos retó a “ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia”.

En estas elecciones, tenemos la oportunidad de demostrar que Su Santidad tiene la razón. Podemos demostrarle al mundo que Estados Unidos aún es un refugio de compasión. Aun cuando la marea de la indiferencia nos golpea – si permanecemos unidos, pronto veremos como las aguas de calman.

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