Las enseñanzas de Tepito para los jóvenes “dreamers”

Ocho jóvenes mexicanos que crecieron en Estados Unidos hicieron un 'tour' por el barrio caliente del Distrito Federal

Dreamers frente a la placa que anuncia el mural de Las Siete Cabronas

Dreamers frente a la placa que anuncia el mural de Las Siete Cabronas Crédito: Gardenia Mendoza. | Impremedia.

– ¿Qué pasa, “Moreno”?- pregunta un delgado muchacho de cabellos lacios que ronda por la zona sobre una motocicleta.

Se acerca y se aleja. Mira de reojo las cámaras de fotografías, las de video, la ropa de los otros chicos veinteañeros que sueltan frases cortas en inglés entre sus conversaciones en español a quienes nunca había visto por Tepito, su Barrio Bravo, epicentro de conflictos por venta de droga, mercancía robada y falsificada y pobreza.

“Son gente de la banda”, responde El Moreno también conocido como “El Panucho Playa” aunque su nombre real es Eduardo Santiago, tepiteño de nacimiento, comerciante de películas, policía privado de una discoteca los fines de semana y, cuando algún grupo de turistas se anima, custodio del mismo, garante de que los ladrones no se acerquen.

  • Es que siempre andan “sobres” (a punto de atacar)- explica después de que el escuálido joven de la moto se aleja sin botín, silbando-. Le dije que aquí no se meta, que están autorizados.

Es el medio día de un soleado fin de semana y ocho jóvenes mexicanos que crecieron en Estados Unidos y regresaron a México por primera vez desde su infancia gracias al Dream Act que les permite salir del país donde aún no son ciudadanos son “el grupo autorizado” para realizar el “Tepitour”, una peculiar atracción turística en la capital mexicana que intenta que la sociedad vea la otra cara del barrio: la de las parroquias y murales; la de plazas y casas pintorescas rescatadas del olvido.

Traer a los dreamers aquí es un esfuerzo de la cancillería a través del Instituto para los Mexicanos en el Exterior y el Centro Latino para el Desarrollo y Liderazgo con sede en Texas. 

“No puedes hablar de mi barrio si no lo conoces”, sentencia Mayra Valenzuela, una activista defensora de los derechos humanos que pasa al vida entre la pelea por la educación de los habitantes de la colonia y su trabajo como guía de Tepito avalada por los gobiernos local y federal.

Giovanni Escobedo, frente al altar de la Santa Muerte
Giovanni Escobedo, frente al altar de la Santa Muerte

Se encuentran frente a una vitrina de cristal de un metro y medio de alto, que guarda una calavera plástica vestida de blanco, como una virgen: es la figura original del culto a la Santa Muerte que se ha propagado por todo México como una deidad alternativa a la religión católica que “hace el paro” (ayuda) a cualquiera, así sea un beato o un narcotraficante.

“Qué bueno que puede hacer con toda esta cultura una manera de rescatar al barrio y hacerlo más amable”, reflexiona Giovanni Escobedo, de 27 años, ingeniero biomédico por la Universidad de Texas Río Grande Valley, y activista del Consejo Nacional de La Raza, quien emigro solitario a los 15 años para huir de la pobreza y ahora atraviesa la calle Tenochtitlan entre ropa usada, juguetes, medicamentos, trastes, dulces, zapatos, electrodomésticos…

“Pásele, pásele”, gritan los vendedores. “La mercancía no es clonada”.

“Allá en EEUU nos hemos enfocado como latinos más en el tema político –acota Escobedo- para que los cambios se hagan con el voto, para que la gente salga a votar y haya mejorías y olvidamos que también con educación y cultura podemos cambiar nuestros propios Tepitos, como lo están haciendo aquí”.

EL ORIGEN DE LA VIOLENCIA

El grupo de dreamers se encamina hacia el Mural de los Ausentes, un memorial a “quienes han muerto por el crimen y el narcomenudeo”.

La cruz adjunta a la obra tiene grabados los apodos de quienes han muerto por la violencia del barrio donde los enfrentamientos y balaceras esporádicas aún acuñan la fama del barrio a pesar de los esfuerzos públicos y privados como los del actor Daniel Giménez Cacho, quien se ha unido a los “dreamers” para observar su inmersión.

El actor Daniel Giménez Cacho recibe a los dremers en el metro Tepito, punto de encuentro para el arranque del Tepitour
El actor Daniel Giménez Cacho recibe a los dremers en el metro Tepito, punto de encuentro para el arranque del Tepitour

Giménez Cacho es un enamorado de Tepito “por su espíritu rebelde”, “por su oposición a obedecer la estructura racial y clasista de la supremacía blanca que heredó La Colonia” –explica a este diario.

Por eso hizo suya la producción y actuación de la serie televisiva Crónica de Castas filmada en el barrio y el proyecto de teatro Safari cuyos escenarios eran las casas de los tepiteños. Por eso se hizo amigo de los vigilantes del Tepitour que ahora custodian al grupo y que antes eran presidiarios a quienes nadie quería dar trabajo.

DE LA REALIDAD A LOS HECHOS

Un hombre bajito de bigotes descuidados se acerca al grupo que se ha detenido frente al Monumento y mural de Las Siete Cabronas e Invisibles de Tepito, un antiguo basurero y “picadero” de drogadictos que hoy es uno de los espacios más respetados del lugar porque en la pared se encuentran los rostros de siete mujeres “luchadoras”, entre ellas, La Reina del Albur, que enseña a “agudizar” la mente a través de juegos con palabras picantes.

  • Vendo churros (marihuana), perico (cocaína) , activo (disolvente), poper (disolvente de sabor), vibradores- suelta Tránsito López mientras come un taco de arroz y se ríe de sí mismo.

Algunos de sus interlocutores sonríen; otros, miran desconcertados: nadie sabe si lo que dice el hombre es verdad o son sólo ocurrencias del loco del barrio: cualquier opción es posible en Tepito.

Areli Zárate y Emma Chalott por la calle Tenochtitlan del Barrio Bravo
Areli Zárate y Emma Chalott por la calle Tenochtitlan del Barrio Bravo

Jesús Paredes, de 26 años, quien vive en Poumont, Texas, desde que su familia se lo llevó de Saltillo, Coahuila, a los tres años, mira de reojo, de un lado a otro. Va dando zancadas tras los pasos de Mayra Valenzuela, la guía, quien no los pierde de vista ni a sol ni a sombra. “No los quiero con aretes, pulseras, nada brillante, dice. “En una sola fila, apúrense”.

– ¿Qué has aprendido del tour?- se le pregunta a Paredes, estudiante de administración de empresas.

– A entender bien el papel que tenemos los dreamers, entender que podemos ser útiles en Estados Unidos, pero también en México: para algo somos binacionales. Esto ha sido una sorpresa porque toda mi vida me he enfocado en el activismo político allá, en intentar cambiar las leyes allá, y ahora me doy cuenta que aquí podemos traer ideas y experiencia de allá y cambiar leyes aquí, ¿por qué no?

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