Rumble in the Jungle: Cuando Muhammad Ali peleó en África

Un capítulo crucial en la mitología de ‘El Más Grande’

En el cierre del octavo asalto Ali salió de las cuerdas  y noqueó a  Foreman para recuperar sus títulos mundiales.

En el cierre del octavo asalto Ali salió de las cuerdas y noqueó a Foreman para recuperar sus títulos mundiales.  Crédito: Getty Images

Fue enteramente una casualidad que un lugar tan apartado como Kinshasa, entonces capital de Zaire, país gobernado por un tiranuelo como Mobutu Sese Seko haya sido la sede de una pelea de Muhammad Ali.

Luego el paso del tiempo y los propios pasos de Ali dentro y fuera de los cuadriláteros se encargarían de convertir a ‘Rumble in the Jungle’ en una pelea icónica en el catálogo de los más grandes combates en más de cien años de boxeo.

La figura de Muhammad Ali había crecido hasta lo impensado y después de vencer a Joe Frazier en la revancha de lo ocurrido en el Garden en 1971, había limpiado la categoría de los pesados y se quedaba sin enemigos.

De entre las sombras apareció George Foreman, medallista de oro en los Juegos Olímpicos de México. Era grandote y lento, pero con la pegada más temible de todo lo visto en los pesos pesados.

La primera vez que le hablaron a Ali de enfrentar al joven de Houston, éste lo descalificó porque “le había ganado a veinte nadies”.

Luego la posibilidad de hacer el combate tomó forma cuando en enero de 1973, en combate realizado en Jamaica, Foreman noqueó en dos asaltos a Joe Frazier le arrebató el título y se plantó con cara de malo frente a Ali.

Foreman tiró a la lona a Frazier tres veces en el primer asalto y tres veces más en el segundo antes de que acabar el combate.

La prensa de entonces -como la de ahora- empezó a reclamar una oportunidad para Foreman. El argumento más socorrido era: Si Frazier le ganó a Ali y Foreman le gana a Frazier entonces…. –ley transitiva- Foreman le gana a Ali.

Para desvirtuar esa teoría fue que Ali decidió hacer primero la revancha con Frazier a quien dominó en el Madison Square Garden por decisión unánime en una pelea en la que cada uno puso en sus cuentas 850,000 dólares.

‘Rumble in the Jungle’

En otoño de 1973, Don King era una figura emergente en el negocio de los promotores de boxeo, pero tenía conexiones con los dos frentes que ya el público reclamaba.

King tenía el sí de los dos boxeadores, pero no tenía dinero. Lo peor de todo fue saber que Ali quería 9 millones de dólares (de 1974) y Foreman, quien era el campeón, pedía siete millones.

Nadie quería hacer negocios con Don King, por su historial de exconvicto y por eso debió extremar esfuerzos y sacó una carta de la manga con la que nadie contaba.

¿Del Garden a África?

Sí. Y como además la decisión de viajar hasta África contaba con el visto bueno de Muhammad Ali no hubo nada que discutir.

¿No cree que sus peleas deberían llevarse a cabo en lugares con más historia?, preguntaba un periodista.

“Nunca me ha importado el lugar de mis peleas. ¿Lugares con historia? Por favor… ¡La historia soy yo!”.

La pelea que estaba planeada para el 24 de septiembre de 1974 debió posponerse hasta octubre 30 por problemas físicos de Foreman, fue vista en más de 100 países y se llevó a cabo a las 4:30 de la madrugada de Kinshasa (Zaire) para poner la señal en un horario atractivo para los hogares en Estados Unidos.

Foreman sabía que le bastaba meter una sola mano firme para dictar el principio del fin. Ali sabía que se podía permitir muchas cosas esa noche, pero no una mano plena de Foreman en su mandíbula.

Foreman presionaba y Ali bailaba. De pronto se plantaba como quien va a intercambiar golpes. Metía dos manos, reía en la cara de su rival y volvía a bailar.

“Yo no hice ningún plan especial para lo que pasó esa noche, pero creo que cuando un boxeador se siente a gusto con la situación que enfrenta en el ring, esas son las condiciones para ganar”, diría después Ali.

Foreman quien había ganado 40 peleas por nocaut tenía en promedio cuatro asaltos en cada una y cuando Ali lo llevó más allá de esa distancia empezó a caminar despacio y respirar con la boca abierta.

Ali de pronto se fue yendo a las cuerdas. En cuanto más avanzaba la pelea más cómodo se sentía.

Ali estaba creando el legendario y ahora practicado por muchos: “rope-a-dope”. Ese arte de descansar en las cuerdas, sin permitir daño alguno.

Y Foreman se arrimaba y conectaba abajo, pero no podía dañarlo. Ali danzaba y le decía: “Pegas como mujer”.

La pelea no era especialmente estética pero sí era un manual de cómo ganar con estrategia la pelea que de otra manera no podías ganar.

“No vayas a la cuerdas. Óyeme. No te vayas a las cuerdas”, se oía decir a Angelo Dundee, su entrenador.

“No te preocupes…Yo sé lo que estoy haciendo”, contestaba Ali.

Dominaba el muchacho de Louisville, pero siempre podía entrar una mano pesada de Foreman.

Pero en lugar de llegar aquella mano crucial lo que llegó fue el octavo asalto. Foreman se hundía sin fuerzas y Ali estimó conveniente. Justo y necesario acabarlo todo de una vez.

Lo esperó otra vez en las cuerdas y de pronto dio dos pasos laterales y metió el uno-dos arriba. Combinó dos veces más y de manera inercial Foreman se fue a la lona. Otro capítulo de la historia escrito por El Más Grande: Ali.

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