La solidaria cabalgata del White Pony Express

Esta organización no lucrativa distribuye gratuitamente ropa, alimentos y otros artículos a necesitados en el Área de la Bahía. Su ideal es simple: tomar lo que les sobra a unos para darlo a los que les hace falta

El reparto de alimentos que White Pony Express hizo en la Escuela Primaria Highland.

El reparto de alimentos que White Pony Express hizo en la Escuela Primaria Highland. Crédito: Fernando A. Torres, La Opinión de la Bahía

El concepto de la ayuda social va mucho más allá de la limosna o la caridad. También puede ser aplicado como una herramienta para ayudar con dignidad a los necesitados. En una sociedad penetrada por una profunda brecha entre los que tienen y los que no tienen, es importante reconocer la opulencia y promover la distribución del excedente. Por lo menos, así lo están demostrando docenas de voluntarios de la organización White Pony Express (WPE) que reúnen alimentos frescos y vestimentas en buenas condiciones para ser repartidos en diversas comunidades del Área de la Bahía.

WPE es una organización sin fines de lucro, fundada en 2013 para ayudar a eliminar el hambre y la pobreza en el Condado de Contra Costa. Son muchas y variadas las organizaciones caritativas que realizan esta labor, pero WPE se distingue por su enfoque de contribuir para que estas personas salgan adelante, de llegar directamente a las comunidades y crear un nexo entre los que tienen en abundancia y los necesitados.

La idea, que comenzó con una caminata por una de las ciudades más ricas del condado, fue juntar los excedentes de alimentos frescos de reconocidas tiendas y repartirlos de una forma expedita a través de diversas organizaciones comunitarias.

Su fundadora, la psicóloga Carol Weyland Conner, dijo que “un día, caminando por el centro de Walnut Creek pensé ‘¡caray! la gente se ve linda; todos bien vestidos’. Somos muy opulentos. Ese mismo día vi a personas sin-casa y pensé ‘nosotros podemos cerrar esa brecha’ tomando el excedente de la gente que tiene en abundancia y dárselo a aquellos que lo necesitan, que tratan de ser parte de la corriente prevaleciente pero que se encuentran temporalmente marginados en nuestro condado. Así seremos un sola comunidad, no dos: los que tienen y los que no tienen”.

Carol Weyland Conner, fundadora de la organización no lucrativa White Pony Express.
Carol Weyland Conner, fundadora de la organización no lucrativa White Pony Express.

Y así fue que nació White Pony Express. Hablando desde la Escuela Primaria Highland, al norte de la ciudad de Richmond, en donde se realizó uno de los eventos de distribución el domingo 22 de mayo, Conner manifestó que la idea fue inspirada en el concepto sufista de la igualdad interior.

“Creemos que en el centro de cada persona hay una fuente de luz, algunos lo llaman el gran universo del amor otros lo llaman Dios o lo divino. Creemos que esto es la esencia de cada persona; somos todos iguales. Solo en la superficie hay diferencias y nosotros queremos quitar esas diferencias para llegar a ser una sola familia”, dijo Conner, quien es también la directora espiritual de la orden Sufismo Reorientado en Walnut Creek.

La iniciativa tuvo un nombre que podría parecer contradictorio “experiencia gratuita de compras para los estudiantes y su familia de la Escuela Highland”.

“La idea es la de una boutique. No es una tienda de segunda mano, tiene que ver con proveerle a la gente que no tiene recursos para pagar ropa que el resto de nosotros podemos pagar. Es decir ayudar a la gente para que se vista bien, como el resto… de una forma que levante a las personas, no que las personas piensen que es una limosna. El concepto de la ’boutique móvil’ es porque llevamos esto a la comunidad y no esperamos que la gente venga hacia nosotros. Tiene que ver con la dignidad y eso es lo que tratamos de transmitir. Ellos son nuestros invitados y queremos que regresen a sus casas felices”, dijo Isa Campbell, una de las voluntarias de White Pony Express.

Ordenadamente, cuatro grupos de más de cien invitados cada uno se tomaban turno para entrar a la boutique. Adentro se ofrecía todo tipo de vestimentas en buen estado. Al igual que en las tiendas regulares, algunos voluntarios asesoraban a los clientes. Todo se entregaba de modo gratuito.

Con una contagiosa sonrisa, Steve Harrell ayudaba a un trabajador latino a encontrar la chaqueta apropiada. “Ofrecemos la experiencia de estar en un almacén comprando. Yo crecí pobre, en un vecindario pobre, y sé lo que significa no tener. Ahora quiero ser capaz de dar algo de vuelta… y que mejor manera de hacerlo que mezclarme y compartir con la gente y ayudarlos a que encuentren algo que los haga verse bien; ropa que yo mismo podría usar”, dijo.

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Monica Saeteurn es una mexicana casada con un ‎laosiano que asistió con toda su familia. “Es increíble lo que hace esta asociación”. Alguien le dijo “‘ya tengo mi vestido para la fiesta’ eso es bonito escuchar”. Saeteurn dijo no haberse imaginado “cómo gente de un nivel social está haciendo algo para gente de otro nivel social.., cosa que nosotros deberíamos aprender de ellos”, dijo.

Al evento asistieron alrededor de 500 personas de variados grupos étnicos, en su mayoría latinos. El ambiente era festivo. Mientras los voluntarios ofrecían galletas y bebidas a los asistentes, los niños escogían juguetes y libros. El evento tuvo su gran final con la llegada de un camión cargado de alimentos frescos.

Los asistentes fueron parte de las 60 mil personas que WPE ayuda anualmente. A la fecha, han entregado más de un cuarto de millón de diversos artículos y más de tres millones de toneladas de alimentos repartidos a mas de 60 organizaciones comunitarias.

Conner conoce de muy cerca la pobreza y el abandono. Creció en la reservación indígena Pawnee en el estado de Oklahoma y en el Valle de San Joaquín en donde trabajó en los campos, codo a codo con los campesinos latinos y filipinos. Su madre fue profesora de primaria y su padre un educador que trabajó en el desarrollo de la educación bilingüe. “Vivimos en una tiempo donde hay suficiente para todos; solo tenemos que poner en práctica aquellas lecciones que aprendimos en las clases de [religión], sobre compartir”, concluyó.

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