Chivas vs. América y los recuerdos de una pasión: Broncas, venganzas y drama

La máxima rivalidad del futbol mexicano vivió su esplendor en la década de los 80 cuando el Clásico Nacional era una costumbre y no una rareza en Liguillas

Pasión y entrega total: Roberto Gómez Junco y Daniel Brailovsky disputan una pelota en la Gran Final de 1985 en el Estadio Azteca. Los Clásicos Chivas y América florecieron en los años 80.

Pasión y entrega total: Roberto Gómez Junco y Daniel Brailovsky disputan una pelota en la Gran Final de 1985 en el Estadio Azteca. Los Clásicos Chivas y América florecieron en los años 80. Crédito: Mexsport

Las nuevas generaciones de aficionados le han perdido un poco de respeto al llamado Clásico Nacional en México. Algunos ven al choque entre América y Chivas como una especie de fenómeno retro, que está lejos de ser lo que un día fue, pero que sigue generando una nostalgia apabullante.

Y es que en estos días, el duelo entre los dos equipos más populares del país, si bien sigue llenando estadios y registrando altos ratings de TV, ya no reúne necesariamente a la crema y nata del futbol azteca.

Nadie puede discutir que ambos equipos son los principales protagonistas en la historia de este deporte en México, pero ya no poseen la fuerza de otras épocas.

Chivas tiene años sin repetir lo del “Campeonísimo” y América dejó en los 80 su época dorada. Han dejado de tener  las nóminas más caras del país y sus promocionados duelos, incluso, dejaron de presentarse en instancias decisivas por la gloria.

No es una mera coincidencia que se hayan juntado nueve años sin un Clásico Nacional en una Liguilla, lo que representa el periodo más amplio sin un Guadalajara-América en la historia de las fases finales instauradas a partir de 1970 para definir al campeón.

Fue en las semifinales del torneo Clausura 2007 cuando les había tocado estar frente a frente en una instancia crucial y en aquella ocasión ninguno de esos juegos resultó demasiado entretenido, definiéndose ambos con victoria mínima de 1-0 a favor de América.

Los dos únicos equipos que han disputado cada uno de los 95 campeonatos en la Era Profesional en México, solían encontrarse en instancias decisivas constantemente, sobre todo en las décadas de los 80 y 90. Aquellos juegos generaron una efervescencia tal que tiene tiempo de no observarse en la rica historia de esta rivalidad, pero que para quienes los vivieron es imposible olvidarlos.

Cada vez que se habla del Clásico se reviven aquellas broncas mitológicas que se produjeron en 1983 y 1986 en el Estadio Azteca, escenario de algunos de los duelos más memorables. Y aunque las imágenes son a la vez vergonzosas, por violentas y absurdas, permanecen grabadas en la memoria de la sociedad mexicana como reflejo de una desbordada pasión, de esas que para bien o para mal hacen que la vida tenga más sentido vivirla y ayudan a explicar lo que en palabras resulta imposible.

La madre de todas las broncas

La primera y más importante bronca se gestó en las semifinales de la Liga 1982-83. América, dirigido por el chileno Carlos Reinoso, llegaba como favorito luego de haber tenido una campaña increíble en la que estableció un récord de puntos (61). Las Águilas parecían imparables luego de ponerse en ventaja de 2-1 en el juego de ida en el Estadio Jalisco.

En el Azteca, el juego se tornó ríspido desde el comienzo. El entonces árbitro Edgardo Codesal –el mismo de la final del Mundial de Italia 1990– tuvo una labor controversial y dejó a ambos equipos con 10 hombres por las expulsiones de Norberto Outes y Javier Cárdenas apenas a los 25 minutos. Justo antes del descanso, cuando un 0-0 lucía rígido en el marcador, Ricardo “Snoopy” Pérez introdujo el balón adentro del arco de Héctor Miguel Zelada para poner en ventaja a los visitantes y empatar el global a dos goles.

Chivas completaría la obra en el segundo tiempo, aprovechando una nueva expulsión del defensa americanista Armando Manzo. Demetrio Madero a los 57’ marcó el 2-0. Cerca del final, Samuel “Sammy” Rivas anotaría el 3-0 que sentenció la serie y provocó al instante un tremendo zafarrancho cuando al ahora comentarista Roberto Gómez Junco no se le ocurrió nada mejor que ir a festejarle el gol efusivamente a la banca de América.

De las burlas se pasó al intercambio de golpes; de dos o tres rijosos pronto degeneró todo en una tremenda batalla campal. Los castigos derivados de aquella bronca afectaron sobre todo a Chivas, que olvidó por el gusto de su sorprendente victoria que tenía que jugar una final contra el Puebla, la cual perdió al tenerla que encarar casi con puros jugadores suplentes.

Venganza dulce, muy dulce

América tuvo que esperar pacientemente un año para tomarse feliz revancha, y lo hizo en plena final de la Liga 1983-84. Por primera y única vez la máxima rivalidad se presentaba en la serie definitiva por el título. Las Chivas de Alberto Guerra querían repetir la travesura.

En la ida se repusieron de un 0-2 y lograron rescatar un empate a dos tantos por lo que una vez más todo se definiría en la vuelta, en la que los fantasmas de lo sucedido un año antes parecía repetirse, cuando Armando Manzo fue expulsado por el árbitro Antonio R. Márquez y dejó al América con 10 hombres.

Un penalti detenido por Zelada a Eduardo Cisneros revivió al América, que en el segundo tiempo y pese a jugar con un hombre menos, acabó ganando 3-1 con los goles de Eduardo Bacas, Alfredo Tena y Javier Aguirre.

Ningún título de liga, de los 12 que ostenta América en sus vitrinas, seguramente ha sido tan feliz como aquel, porque nunca antes y nunca después victimó a su más acérrimo rival en el juego definitivo.

La ‘rabona’ de Edu

Otro clásico que es muy recordado hasta nuestros días fue aquel de la serie de semifinales de 1990-91. No hubo dramatismo ni sobresaltos en aquella serie, en la que América superó hasta con facilidad a las Chivas, con un global de 5-0.

Pero de aquellas Águilas, que eran dirigidas por Carlos Miloc, brotó un gol inimitable, gracias a un excelso y preciso pase de “rabona” de Edu Dos Santos que con la cabeza Toninho mandó a guardar al arco de aquellas Chivas que dirigía Miguel Ángel López.

De esos años perduran imágenes que invocan una emoción especial que seguramente a las nuevas generaciones les cuesta entender, por las cuales este duelo es el Clásico más importante de México, y por qué es esta una semana muy especial.

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