Padres piden que no ‘desconecten’ a su hijo con muerte cerebral

Aseguran sentirse muy presionados por el hospital para desconectarlo, cuando ellos observan que el muchacho hace movimientos con su mano y el hombro

Los padres de Alan Sánchez dicen que los doctores no le están dando tiempo a su hijo para que se recupere. /ARACELI MARTINEZ ORTEGA

Los padres de Alan Sánchez dicen que los doctores no le están dando tiempo a su hijo para que se recupere.  Crédito: Araceli Martinez Ortega | La Opinion

“No acepto el diagnóstico de muerte cerebral, ni que se desconecte a mi hijo solo porque una ley de California dice que se le puede desconectar con o sin consentimiento de la familia”, dice desesperada Alicia Mendoza, madre de Alan Sánchez, quien desde hace una semana está en el hospital general del condado de Los Ángeles (LAC-USC).

La ley de California establece que cuando hay muerte cerebral, la persona ha fallecido. Pero la familia pide tiempo para que el cerebro de su hijo “reaccione”.

“Nosotros hemos visto como, poco a poco, nuestro hijo empieza a mover sus manos y sus hombros”, dice la madre.

Alán, de 17 años, sufrió un accidente en su auto, el viernes 15 de abril en Pomona. Fue sometido a un par de operaciones que duraron alrededor de 16 horas, según cuentan sus padres Alicia Mendoza y Manuel Sánchez.

Desde ese día, la familia entera ha estado metida en un torbellino de fuertes emociones.

“Yo estoy peleando, pidiendo el apoyo del Congreso y de la comunidad entera para que los doctores le den oportunidad para ver si hay un proceso de mejoramiento en mi hijo, y que a nosotros como familia nos dejen asimilarlo. Y si él fallece de muerte natural, lo aceptaremos”, precisa la madre.

“Como padres tenemos que abogar por los derechos de un hijo que no se puede mover. ¿Por qué el Estado debe decidir sobre la vida de una persona?… Es una ley absurda”, subraya.

La hermana mayor de Alan, Laura Sánchez, dice que el martes pasado, el médico que atiende a su hermano les dijo que en una hora lo iba a desconectar. Con o sin su visto bueno.

Cuando nos opusimos dijo que nos daba dos horas, luego un día. Ante nuestro rechazo nos preguntó de mala gana, que cuánto tiempo queríamos”.

Alán Sánchez aparece en una foto familiar. Los médicos le dieron un diagnóstico de muerte cerebral. /SUMINISTRADA
Alán Sánchez aparece en una foto familiar. Los médicos le dieron un diagnóstico de muerte cerebral. /SUMINISTRADA

Es tanto el miedo que le ha entrado a la familia que tan pronto llega el doctor, la madre se acerca rápido, temerosa que lo desconecten sin decirles nada.

Ellos dicen que ya el cerebro de mi hijo no reacciona, y que si su corazón funciona es porque es sólo un músculo. Pero nosotros hemos visto reacciones, mueve la manos, los dedos, el hombro. El médico dice que son reflejos; esos no son reflejos, yo sé lo que es un reflejo”, dice la madre, una promotora de salud.

Manuel Sánchez, el padre del muchacho, observa que la presión por desconectarlo comenzó casi después de las operaciones a las que fue sometido.

“Queremos que la ciudadanía nos apoye para tumbar esta ley que autoriza desconectar por muerte cerebral. Los doctores me aseguran que por su experiencia nadie se salva, pero cómo se va a salvar si quieren que tres días después de una contusión cerebral tan fuerte en el cerebro la gente se levante. ¡Es terrible!”, exclama.

La familia Sánchez se lamentó del trato y la presión que han recibido.

No me ha informado por escrito lo que le han hecho. Todo es verbal, y tengo que estar preguntando. El fin de semana no hubo una trabajadora social en el hospital, ni ningún defensor de los pacientes que nos apoyara”, dice la madre.

Su hija Laura comenta que además hay discriminación por el idioma en el hospital LAC-USC.

“Como que tu voz no vale cuando no hablas inglés. Mi mamá no sabe inglés y por lo mismo no recibe la misma atención”, alega.

Alán Sánchez nació en México y fue traído por sus padres a Los Ángeles cuando tenía un año de vida. Cursa el grado 12 en la secundaria Ganesha de Pomona. Es el menor de cuatro hijos de la familia Sánchez, inmigrantes de Durango, México.

Ricardo Reyes conoció a Alan Sánchez a los seis años cuando jugaban fútbol. “Es muy alegre, respetuoso, les gustan mucho los deportes, es muy atlético. “Me duele mucho que esté sufriendo, pero quiero que se recupere para que junten volvamos a jugar futbol y cantar”, dice el amigo.

Muchos en la zona se han volcado a visitar a Alan Sánchez. “Han venido sus maestras, la directora de la escuela, gente del Distrito Escolar, personas de las iglesias católica, evangélica y cristiana. Hemos tenido mucho apoyo y oraciones”, comenta su madre.

Su hermana dice que las muestras de cariño de las personas hacia su hermano la han hecho sentirse más orgullosa de lo que ya era de él. “Me reafirmaron que mi hermano es como yo pienso que es. Le gusta mucho cuidarse, ir al gimnasio, es amiguero, y si te ve triste quiere hacerte reír. Trabajó y se compró su carro. El quiere estudiar para trabajar y ayudar a niños con problemas”, observa.

Hasta ahora la familia dice que no han visto ningún reporte de la policía sobre cómo ocurrió el accidente de su hijo.

Rosa Saca, portavoz del Centro Médico LAC-USC dijo a La Opinión que no harían ningún comentario sobre el caso de Alan Sánchez.

Un tema controversial

La muerte cerebral se declara cuando el paciente es incapaz de respirar por si mismo sin aparatos de asistencia médica. Un estudio de los Institutos de Salud de Estados Unidos (NIH) dijo que se puede presentar un problema ético debido a que el paciente continúa respirando y su corazón late.

A principios de 2014, dos mujeres con muerte cerebral, una en California y otra en Texas, reabrieron el debate nacional sobre qué hacer ante el terrible diagnóstico.

La ley de Determinación de Muerte en el país define la muerte como el paro de todas las funciones cerebrales o el cese irreversible de las funciones circulatorias y respiratorias.

Los estados se basan en tal definición para saber cómo actuar ante la muerte cerebral.

Según reportó el New York Times, en 48 estados de los 50 que tiene Estados Unidos, los médicos no necesitan autorización de la familia para desconectar al paciente de la asistencia artificial para seguir con vida. Sólo Nueva York y Nueva Jersey toman en cuenta las creencias religiosas y los deseos de los familiares.

Jahi McMath de 13 años fue pronunciada con muerte cerebral el 9 de diciembre de 2013 en California. Sus padres se opusieron a desconectarla y la mantuvieron con alimentación artificial en contra de los médicos del Children’s Hospital &Research Center quienes declararon que no era ético y que se alimentaba a una persona muerta.

Ese mismo año, sus padres se la llevaron de Oakland a Nueva Jersey, donde una ley estatal permite que la mantengan con vida con asistencia artificial de vida. La menor tiene ahora 15 años de vida. Ellos sienten que su hija puede despertar.

En el caso de Marlise Muñoz, una mujer embarazada de 33 años, su familia no quería que recibiera asistencia médica mientras que el hospital en Texas quería mantenerla con vida para que pudiera tener a su bebé. Su embarazo tenía 14 semanas pero se desconocía el estado del feto. Luego de una larga batalla, fue desconectada en enero de 2014.

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