Enlace: EEUU y Cuba, un largo camino por recorrer

La visión sobre los derechos humanos permanece como la gran brecha entre Obama y Castro

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Crédito: Anthony Behar | Getty Images

A diferencia de 1928, cuando una entusiasta multitud recibió en La Habana al entonces presidente de Estados Unidos, Calvin Coolidge, el pasado domingo Barack Obama llegó a la capital cubana en medio de una pertinaz lluvia y de calles semidesiertas. En el aeropuerto, ni siquiera Raúl Castro acudió a recibirlo, tal vez como presagio de una visita con evidentes claroscuros.

El carácter histórico y emblemático del viaje de Obama a la isla es, por supuesto, innegable. Tuvieron que transcurrir 88 años para que un jefe de la Casa Blanca pisara suelo cubano y derrumbara así la idea de que el restablecimiento de las relaciones entre ambos países era prácticamente imposible.

La pregunta que todo el mundo se hace ahora es que tanto cambiará la isla como consecuencia de la reanudación de vínculos con Washington. Y por lo que hemos visto hasta ahora, queda un largo camino por recorrer.

Muchas de las dudas quedaron despejadas en la inusual conferencia de prensa que dieron ambos gobernantes en el palacio presidencial de La Habana, donde quedó claro que a pesar del acercamiento ambos países mantienen profundas diferencias, específicamente en los temas de la democracia y los derechos humanos.

Aunque Obama dijo que su visita no tenía como fin imponerle a Cuba ideas de cómo gobernar, hizo una férrea y emotiva defensa de los beneficios de la libertad y la democracia y abogó por los disidentes. Castro, a su vez, recalcó que si bien los dos países han hecho progresos para normalizar sus relaciones, los avances son insuficientes debido al embargo y a que Estados Unidos se niega a entregar la base militar de Guantánamo. Criticó, asimismo, la falta de acceso universal a la salud y la  disparidad de salarios entre hombres y mujeres en la Unión Americana.

Pero sin duda lo que marcó la conferencia fue el momento en el que Castro tuvo que responder a los cuestionamientos de la prensa estadounidense sobre los presos políticos y los disidentes arrestados en las calles. Visiblemente molesto por su falta de costumbre para enfrentar a periodistas independientes, negó que en la isla hubiera presos políticos y exigió que le dieran nombres.

Fue, desde luego, la respuesta típica de un líder autoritario a quien lo único que le interesa de Estados Unidos es la entrada de dólares y de inversiones.

Obama está consciente de ello. Pero está convencido de que la única forma de exportar los ideales de justicia y democracia de Estados Unidos es mediante acuerdos comerciales. La esperanza es que el cambio económico mejore las condiciones de vida de los cubanos y eventualmente propicie la apertura política. La transición, sin embargo, no será fácil ni de la noche a la mañana.

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