Las Américas: La visita de Obama a Cuba

La visita no cambiará ni el antes ni el después en la isla, pero refuerza el avance hacia una nueva relación

Las banderas de Cuba y Estados Unidos ondean en el interior de un taxi en La Habana.

Las banderas de Cuba y Estados Unidos ondean en el interior de un taxi en La Habana. Crédito: Joe Raedle | Getty Images

En un momento en que los votantes estadounidenses están preocupados por el comercio, la inmigración, el crecimiento lento, la desigualdad, el acceso a una educación de calidad y el cuidado de la salud, el terrorismo global, el ascenso de China, la volatilidad de Oriente Medio, el estancamiento europeo, ambiciones iraníes y las intenciones de Corea del Norte y la fragmentación de las instituciones políticas, la mayoría de los estadounidenses piensa que la mejora de las relaciones cubano-estadounidenses es una buena idea, si piensan en ello en absoluto.

El viaje de Obama es impulsada más bien por sus preocupaciones en su visión global en general y su legado. Es importante destacar también, que el viaje a Cuba es algo que puede hacer Obama en su último año sin verse limitado por el Congreso, y con la cooperación diligente de los medios de comunicación. Los esfuerzos de Obama para ayudar a establecer relaciones de respeto mutuo con Cuba por primera vez en más de cinco décadas y en muchos sentidos, por primera vez en la historia, requieren imaginación política y la voluntad de escapar de una mentalidad largamente incrustada en las relaciones exteriores de Estados Unidos.  Pero las condiciones en los Estados Unidos, Cuba, y el resto del mundo, que hicieron posible este cambio habían estado construyéndolo desde hace muchos años. Tomó las cualidades de liderazgo de Obama y las de Raúl Castro para reconocer las tendencias, entender sus implicaciones, y pasar a descongelar las relaciones entre EEUU y Cuba. Pero las circunstancias que hicieron posible esto, les precedieron y persistirán después de que se hayan ido.

Durante muchas décadas, las políticas de Estados Unidos hacia Cuba se basaron en realidades del siglo 19 y 20. En conceptos, reforzados por la rivalidad de la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Hace tiempo que pasó la hegemonía de Estados Unidos en las Américas y en otros lugares, la Guerra Fría ha terminado, y la Unión Soviética ya no existe, pero las viejas políticas han continuado durante muchos años. Esto ocurrió en el caso de Cuba en gran medida debido a la hostilidad de la comunidad cubano-americana hacia los Castro y su peso en decidir las elecciones competitivas. El distanciamiento entre Estados Unidos y Cuba también se prolongó por la conveniencia para las autoridades cubanas de tener un EE.UU. hostil para ayudar a preservar el respaldo interno, así como el apoyo de adversarios internacionales de los Estados Unidos.

El veto de la comunidad cubano-americana para un acercamiento ha sido socavado por los cambios generacionales, demográficos, y por el crecimiento de otros grupos de la diáspora de América Latina que no se centró en Cuba. En Washington y en La Habana se ha reconocido que ambos países comparten intereses en la mitigación de los efectos del cambio climático, en la gestión de amenazas para la salud y la seguridad pública, en respuesta a los desastres naturales, en la regulación de la migración y la estabilización de la región circum-Caribe, que incluye poner fin a la insurgencia de las FARC en Colombia. Los intereses agrícolas y exportadores de bienes y servicios han llegado a ver a Cuba como un mercado atractivo, mientras que las autoridades cubanas y un incipiente sector privado del país consideran a los Estados Unidos como una fuente eventual de clientes, de turistas, con los conocimientos y la inversión como para integrar a Cuba a la economía mundial .

Todas estas realidades, y su preferencia general por el diálogo y la construcción de relaciones en los asuntos mundiales, representan la apertura de Obama. Se expresaron desde el principio de su presidencia, para iniciar una “nueva era en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba”, y su decisión de superar la resistencia y la inercia de hacerlo. Un cálculo semejante, sin duda, ayuda a explicar el objetivo recíproco del presidente Castro para lograr relaciones de respeto mutuo con Estados Unidos, en su intento de reformar la economía cubana a la sombra de los Estados Unidos.

Raúl Castro, sin duda, también ha tenido que vencer la resistencia ideológica e inercial para enviar su señal clara de que el futuro de Cuba está vinculada a una relación positiva con los Estados Unidos.

La apertura de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, reforzadas por la visita de Obama, una bienvenida de Castro y la reacción del pueblo cubano, debe sobrevivir en la presidencia de Obama, sobre todo cuando los ciudadanos y grupos en ambos países llegue a apreciar como les afectará las relaciones constructivas entre EEUU y Cuba. El tejer nuevos patrones de intercambio y acercamiento a través del estrecho de la Florida no va a suceder durante la noche, pero un nuevo tapiz está empezando a tomar forma.

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