¿Acaso nuestro movimiento se ha ablandado?

Mientras esperamos la decisión de la Corte Suprema sobre las órdenes ejecutivas existe una tendencia natural de quedar quietos

redadas San Francisco

Crédito: Fernando Torres | La Opinión de la Bahía

Cuando iniciamos el movimiento para poner fin a las deportaciones y reclamar nuestro lugar en esta nación, hubo mucho temor. De hecho muchos decían “los que tienen papeles deben hablar por los que no los tienen”. En otros términos, nos estaban convirtiendo en sus excusas.

De verdad, no pudimos progresar hasta el momento en que los indocumentados empezaron a levantarse y hablar por sí mismos. La verdad se expresaba en nuestras propias historias, y era necesario que nosotros mismos contar aquellas historias para lograr que la gente nos crea. Era necesario tener la valentía para arriesgar el arresto y la deportación para poder conmover el corazón de nuestro propio pueblo latino. Eventualmente, en los años 2005 y 2006, la comunidad latina, con y sin papeles, marchó en los números más grandes en toda la historia de esta nación. Estoy segura que esto jamás hubiera sucedido si los mismos indocumentados no se hubieron puesto a pie.

Cuando el congresista Luis Gutiérrez llevaba a cabo su campaña nacional a favor de la acción ejecutiva, los mismos indocumentados dieron testimonio en cada evento, en todo el país. Su posición era vulnerable. Tenían miedo. Pero se expresaron en público.

Cuando a los soñadores les proporcionaron aplazamientos y permisos de trabajar, se volvieron muy activos, participando en protestas e interrumpiendo eventos. El resto de nuestra comunidad dio un paso atrás y permitió que los soñadores se encargaran de todo. Eran indocumentados pero gozaban de cierta seguridad. En muchas ocasiones los soñadores hablaron en defensa de sus padres y madres que no tenían papeles, como muchas veces solo los ciudadanos en el pasado habían hablado por nosotros.

Sucedió otra cosa. Como nuestra casa fue vista cada vez más como una cosa ventajosa para el Partido Demócrata, quienes pudieron compararse favorablemente con el racismo de los Republicanos, los dólares empezaron a fluir. Millones de dólares empezaron a fluir a los presupuestos de organizaciones que proporcionan servicios legales y de presión política, quienes ocupaban casi exclusivamente personas con estancia legal en el país para satisfacer a aquellos que les proporcionaban el dinero. Muchas organizaciones empezaron a depender de fondos de los gobiernos estatales federal, además de fundaciones que simpatizaban con sus metas. Una nueva estructura de poder, muy elitista por cierto, empezó a crecer entre las organizaciones que recibían este tipo de fondos. Los salarios buenos les daba una vida segura y cómoda.

Los indocumentados aceptábamos que otros lucharan por nosotros. Los millones de latinos que tienen un familiar indocumentado también aceptaron la idea de que otras personas iban a luchar por sus familias.

Mientras que esperamos la decisión de la Corte Suprema sobre la legalidad de las órdenes ejecutivas del Presidente Obama, existe una tendencia natural de quedar quietos a ver qué sucederá. Las deportaciones siguen pasando todos los días. Aunque limitados en muchas ciudades, las corporaciones policiales municipales siguen la práctica de perfilamiento racial de los latinos, entregando los que no tienen papeles a las autoridades migratorias de ICE. ICE sigue llevando a cabo “auditorios” de empresas que tiene el resultado de que miles de trabajadores pierden sus empleos, y algunos de ellos resultan deportados.

Me siento optimista que la Corte Suprema falle en nuestro favor. Pero aun así tal fallo dejará a unos 6 millones vulnerables a la deportación. ¿Y qué pasará si perdemos nuestro caso en la Corte? ¿Qué tal si el Sr. Trump se convierte en el próximo presidente de los Estados Unidos? ¿Estamos listos para bregar con tales acontecimientos, o más bien nos hemos ablandado demasiado?

Por todo el Evangelio leemos como Jesucristo enfatiza “el costo de ser un discípulo”. Jesucristo enfatiza en una forma bien clara que sus discípulos deben “levantar la cruz y seguirme a mí’. Se burla de los que solo dicen que creen en él, diciendo que hasta los mismos demonios saben quien soy.

Nuestra comunidad se presentó lista para defendernos porque nosotros mismos nos defendíamos. Millones de otras personas nos apoyaban porque la comunidad latina se unió totalmente para defendernos. Esta es una coyuntura sumamente peligrosa para nuestro movimiento. No tenemos el lujo de convertirnos en espectadores y esperar que otros, que se han vuelto cómodos, hablen en nuestra defensa.

Debemos estar organizando ahora mismo para poner alto a las deportaciones. Los pautas dictadas por el presidente sobre quién debe ser deportado y quien no, son mucho más generosas que antaño, pero frecuentemente ICE las viola. Necesitamos educarnos y estar listos para resistir las deportaciones.

Sobretodo debemos organizarnos, y debemos controlar a nuestras propias organizaciones. Organizar no es un oficio, es una profesión. Más bien es algo que debe ser parte de las vidas de personas comunes y corrientes, los más afectados.

¡No es el momento para dejarnos ablandar!

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