Como si fuera con mamá de 9 a 5, gracias a los cuidados en la guardería

Yolanda Santizo, dueña de una guardería en Los Ángeles, comparte su experiencia en el negocio del cuidado de niños

Muchos de los niños que cuidó Santizo ya son adultos, y siguen en contacto con ella.

Muchos de los niños que cuidó Santizo ya son adultos, y siguen en contacto con ella. Crédito: Virginia Gaglianone | La Opinión

Cuando una persona deja a sus hijos al cuidado de alguien, le confía su tesoro más preciado. En los hogares en los que ambos padres salen a trabajar, las niñeras y los centros de cuidado para niños se transforman en una especie de familia adoptiva.

Yolanda Santizo, madre de tres y dueña de Santizo Day Care, de Sun Valley, sabe la importancia de que los niños estén seguros y atendidos cuando sus padres salen a trabajar.  Muchos de aquellos que cuidó de niños, hoy son abogados, cocineros y profesionales que la siguen visitando, y la invitan a sus celebraciones familiares.

Santizo inmigró de Guatemala en 1977, siguiendo a su esposo Héctor, que unos años antes había llegado a EEUU en busca del empleo que en su país no podía conseguir. En Guatemala quedaron sus dos hijitos, de 5 años y 11 meses, bajo el cuidado de familiares.

“Es muy duro no poder estar con tus hijos”, recordó. “Yo sabía que estaban bien cuidados, y les enviábamos dinero todos los meses. Pero una está siempre pensando en ellos. Cada vez que comía, me preguntaba si mis hijos habían comido”, compartió.

En un principio, Yolanda comenzó a coser para fábricas, como hacía en su país natal, y al cabo de un tiempo, la pareja pudo traer a sus dos hijos, a quienes se les agregó una tercera, nacida en EEUU. “En esa época, era más difícil alquilar departamentos cuando tenías niños. Algunos propietarios permitían que tuvieses mascotas, pero no te querían rentar si tenías hijos”, indicó Santizo, quien con su esposo lograron ahorrar y comprar su propia casa.

“Como tenía a los niños, comencé a coser desde el garaje de la casa para estar con ellos. Unos vecinos filipinos me preguntaron si mientras cuidaba a mis niños, podía cuidar a los suyos”, contó. Santizo nunca imaginó que ese sería el comienzo de la guardería, que aún mantiene en la actualidad.

Desafíos y recompensas

“Tener una guardería nos ha dado un buen ingreso. El negocio fluctúa y hay meses en que se gana mucho y otros no tanto, pero permite mantener a una familia. Como otros negocios, tiene sus sacrificios, pero también sus recompensas”, explicó. El gobierno refiere y paga a las guarderías licenciadas por el cuidado de niños de familias que están en programas de asistencia social.

“Cada vez se ven más padres que necesitan dos empleos porque un sueldo no les alcanza para mantener a sus familias. Muchas veces, no pueden recoger a sus niños hasta la noche, o el día siguiente”, notó Santizo. Yolanda y su hija Beina, que trabaja con ella en la guardería, también se encargan de llevar y recoger a los niños que van a la escuela.

Entre los gastos de un centro de cuidado para niños se cuentan el pago de una licencia anual, y los seguros para la casa y para la guardería. Los impuestos a las ganancias se pagan como trabajador independiente. Muchos contribuyentes optan por pagar un impuesto estimado cada tres meses, para no encontrarse con una suma abultada cada 15 de abril.

Entre los desafíos del negocio, Santizo mencionó los casos de padres que desaparecen sin pagar lo que deben, o que pagan con cheques sin fondos y dejan una dirección falsa, para que no los puedan encontrar. “Pedimos que nos paguen la semana adelantada. Pero a veces, una se confía. Una vez me quedaron debiendo $3,000 dólares”, recordó.

A pesar de los desafíos, Santizo aseguró que volvería a hacerlo todo otra vez.

“Siempre me gustaron los niños y mi ilusión cuando tenía 15 años era ser maestra. Hubiese querido poder estudiar, pero nuestros padres no podían pagarnos la escuela”, comentó. “Me acostumbré a tener niños en la casa. Hay veces, cuando estoy sola y la casa está en silencio, que hasta me agarra la depresión”, agregó.

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