Hay que actuar en contra de las deportaciones

Los líderes centroamericanos a nivel local, estatal, y nacional deben estar al frente de esta lucha

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Crédito: Belhú Sanabria | La Raza

Dice el refrán que cuando el r’io suena es porque piedras lleva. En el caso de los inmigrantes centroamericanos—mujeres, niños y jóvenes en su mayoría—el año 2016 dio comienzo arrastrando en su cauce a los más vulnerables de los vulnerables.

En el primer fin de semana del año, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) dio a conocer con bombos y platillos que más de 120 inmigrantes indocumentados habían sido detenidos y a punto de ser deportados.  Sin titubeos, el secretario Jeh Johnson añadió que aunque estos operativos eran de mal gusto, seguirían adelante.

Conocemos la sangrienta realidad que viven los pueblos centroamericanos.  Ser originario de El Salvador, Honduras, y Guatemala es conocer la muerte cara a cara.  Una maestra en un pueblito al oeste de San Salvador me comentaba que entre marzo y junio del 2015, 37 niños desertaron de su escuela por causa de la violencia.  Según ella, “en zonas urbanas como San Salvador y San Miguel, la deserción de niños es incontable.  La niñez se está quedando sin educación, victimas del miedo.”

Ante tal realidad, muy bien conocida por todos los gobiernos, las redadas y deportaciones a un futuro casi por seguro mortal, no son menos que una política  macabra, maquiavélica, y mezquina.  Una campaña sangrienta para disuadir al pueblo centroamericano a no emprender vuelo sin papeles a Estados Unidos.

Por su parte, las organizaciones centroamericanas en EE.UU. reaccionaron con indignación y desaliento. Pero solamente al principio.  Aparte de algunas conferencias de prensa y pronunciamientos, muy poco en concreto se ha propuesto.

Antes de que se lleve a cabo una deportación más, es momento de llamar a la unión de los organismos centroamericanos y alzar una sola voz para exigir la asignación de TPS (estado temporal protegido) para los centroamericanos que buscan protección de la violencia y el paro inmediato de las redadas. Los líderes centroamericanos a nivel local, estatal, y nacional deben estar al frente de esta lucha y hacer presencia, forjar una estrategia conjunta al movimiento pro reforma migratoria, exigir reuniones con la Casa Blanca y DHS, involucrar a los consulados respectivos, e invitar al pueblo centroamericano a que participe activamente haciendo llamadas, enviando cartas y postales, o haciendo donaciones para anuncios pagados en los periódicos más importantes de este país.

Este afronte a nuestros seres queridos no permite politiquería ni protagonismo por parte de las organizaciones centroamericanas en Estados Unidos.  Es momento de liderazgo.  El río seguirá su cauce arrastrando la vida y el futuro de nuestros seres queridos, y por ende a nuestros pueblos, si los entroamericanos que vivimos en Estados Unidos no levantamos la voz de una manera específica, significativa, e inmediata.

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