Cómo México le rompe el corazón a un ‘dreamer’

Dreamers recorren los pueblos de México que dejaron cuando eran niños

Karen Ragazzo,durante las actividades académicas en Cuernavaca, a su regreso de Jalisco

Karen Ragazzo,durante las actividades académicas en Cuernavaca, a su regreso de Jalisco Crédito: Gardenia Mendoza | Impremedia.

México

Para ser ‘dreamer’ no hay que tener miedo. Ahora mismo Karen Ragazzo no sabe si podrá reingresar a Estados Unidos porque el permiso de salida a México con fines académicos, llamado Advanced Parole y otorgado por el Departamento de Inmigración de este país, le da a sus agentes la reserva de dejarla entrar nuevamente.

Y, por si fuera poco, su padre le rompió el corazón cuando la volvió a ver después de 13 años en la comunidad de Ajijic, Jalisco, la tierra que Karen dejó a los siete años junto a su madre y hermano por emigrar a California, donde hoy estudia Trabajo Social en College Pierce.

Él se había quedado en México y ella regresó con un permiso especial de 24 días que logró gracias a la legalidad temporal de Acción Diferida para los Llegados a la Infancia (DACA) y al Programa de Estudios California México para Dreamers en el Extranjero que empuja la Universidad Estatal de California.

Los tíos de Karen planearon el encuentro familiar en la casa donde ella creció. Querían que fuera un evento casual, en medio de una parrillada.  El padre cocía las hamburguesas cuando la joven llegó.

“Siempre creí que yo era fuerte pero desde horas antes de verlo sentía presión en el pecho y cuando lo tuve enfrente no supe que decir, ¡se comportaba tan frío! No me dio la mano bien, no me dio el abrazo bien y eso me lastimó mucho, no podía contener el río de lágrimas. Corrí al baño y lloré ahí por mucho tiempo. Todos trataban de consolarme menos él: él sólo veía de lejos”.

“Los días siguientes me enfermé del estómago hasta que me invitó a cenar, fue más cálido y todo mejoró. Al final ya éramos compas: hasta le toqué el corazón con la mano y le dije ‘cuídese porque bebe mucho alcohol y no se lleva bien con la otra familia que formó cuando nos fuimos’. Entonces me liberé del rencor que tenía acumulado por tantos años de abandono, de no comunicarse, de dejar que mi mamá fuera padre y madre”.

La economía no anda bien

Mariela Gutie?rrez, de camisa gris, durante las actividades acade?micas en Cuernavaca, a su regreso de Zapotlanejo
Mariela Gutie?rrez, de camisa gris, durante las actividades acade?micas en Cuernavaca, a su regreso de Zapotlanejo.

Para ser “dreamer” hay que ser agudo con la vista. Bien lo sabe Mariela Gutiérrez, de 27 años, estudiante de maestría en California Long Beach, quien regresó a mirar  Zaplotanejo, Jalisco, con el mismo riesgo de Karen de no poder entrar otra vez a su país adoptivo el próximo 11 de enero, cuando se cumplan los 24 días de permiso por razones académicas.

Observó las calles que dejó atrás cuando era niña y donde había negocios de ropa que cocían las costureras locales que ya tenían un montón de clientes y hoy son otra cosa. “Ahora llegan camiones llenos con ropa china muy barata. A los revendedores les va bien, pero ya no hay producción: están dependiendo de la industria china”.

Mariela cuenta que eso la dejó sorprendida. “Yo buscaba un regalo de productos locales y sólo había un puesto con artesanías, botas, sombreros. Fue triste ver cómo la economía global se está comiendo a los mercados más débiles”.

Por situaciones de este tipo ella cree que el papel de los dreamers debe ser más activo no sólo en EEUU, sino en México. “Nos falta mucho por hacer desde ambos lados de la frontera, más cabildeo, más investigaciones que nos hagan fuertes en los dos países”.

“Seremos más fuertes”

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Norberto Lo?pez durante las actividades acade?micas en Cuernavaca a su regreso de Guadalajara.

Para ser dreamer hay que tener un buen hígado. Entender que la pobreza de la familia sigue ahí mientras que Norberto López, uno de los sobrinos consentidos que emigró junto con sus padres cuando era niño, estudia hoy Sociología en la Universidad Estatal de California Long Beach.

“Aquí me recibieron mis abuelitos, tías, primos y nos quedamos en casa para Navidad. Hicieron una comida en la calle y aunque son muy humildes ofrecían tacos de carne asada a todos los que pasaban. Eso me impactó: no tienen, pero dan lo que pueden”, cuenta Norberto.

Los padres de este joven –que no han regresado a México desde hace años- no paraban de llamarlo por teléfono. “Disfruta a la familia, no te preocupes por el dinero”, dijo la madre. Y así lo hizo Norberto. “Allá no somos ricos pero el dólar es más fuerte”.

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