Vergüenza de Estados Unidos

La dirigencia del Partido Republicano tiene que poner un punto final a la intolerancia de Donald Trump

Donald Trump Holds Campaign Rally In Iowa

Crédito: Scott Olson | Getty Images

Donald Trump ya no tiene vergüenza. Su intolerancia, xenofobia y racismo es tan profunda que la diferencia entre su ideología y la del infame Adolfo Hitler se acorta cada que abre su boca. La dirigencia del Partido Republicano no solo debe denunciarlo, sino deber hacer a un lado su participación en la contienda electoral de 2016.

Desde el inicio mismo de su campaña política, la boca de Trump hizo relucir su posición intolerante contra los inmigrantes. Sus comentarios, “los inmigrantes mexicanos son violadores…”, le costó la ruptura inmediata con empresas nacionales de gran importancia.

Sin embargo, a pesar de la condena económica del sector empresarial, los insultos de Trump no se disiparon. Por el contrario, a medida que prosiguió su campaña política, sus comentarios fueron agudizándose y se convirtieron en un verdadero manjar económico para los medios de comunicación.

Lo más extraño de todo es que cuanto más insultos, más intolerancia y más racismo sacaba a relucir, el candidato del copete rojizo incrementaba los niveles de simpatía en la bancada republicana.

Hace dos semanas dijo que estaría de acuerdo en crear una base de datos en donde controlaría a los seguidores de la religión islámica. Incluso llegó a manifestar que algunas mezquitas que ofendían a la cultura occidental deberían ser cerradas.

Si hacemos historia, Adolfo Hitler tuvo sentimientos similares contra los inmigrantes de la región del Medio Oriente. Su libro, Mi Lucha, documenta claramente el odio que tenía hacia la población judía en Alemania.

Al igual que Donald Trump, Hitler empezó a culpar a los grupos minoritarios por los problemas económicos y sociales de su país. Al final, cuando subió al poder, ordenó la muerte de más de seis millones de judíos.

En consecuencia, para evitar la encarnación de Hitler en Estados Unidos, la dirigencia del Partido Republicano tiene que poner un punto final a la intolerancia de Donald Trump. No puede ser posible que, a estas alturas y en esta época de progresismo social, se permita a un candidato político que detesta casi todos lo que proviene de las minorías étnicas.

Son raros los dirigentes republicanos que condenan y critican a Donald Trump. Paul Ryan, jefe de la Cámara Baja del Congreso, recientemente manifestó que no está de acuerdo con sus comentarios intolerantes, pero si es que gana la candidatura de los republicanos, él lo estaría apoyando.

Así, los republicanos están haciendo todo lo posible para perder las elecciones presidenciales de 2016. Sus líderes políticos se hacen la “vista gorda” de los comentarios racistas y xenofóbicos de Trump. Políticos como Ryan necesitan volver a leer la historia de Alemania durante el periodo de Hitler.

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