Vivir en cuerpo ajeno

Los alumbrados navideños están en marcha, con o sin fenómeno del Niño.

compras de navidad

Crédito: Shutterstock

A espaldas de Freud y de Jung, su corrector de estilo, acabo pulir el complejo de Eróstrato: Lo padece quien desdeña lo que tiene. (Para quienes acaban de llegar, Eróstrato fue el cliente que aburrido con su anonimato incendió un templo para salir en la hojita parroquial de Éfeso).

Jugamos a ser el otro. Huimos de nosotros mismos. Renegamos del sujeto que nos devuelve el espejo.

Nos la pasamos anticipando las épocas. Hace tiempo es diciembre en la aldea global. Los alumbrados navideños están en marcha, con o sin fenómeno del Niño. Desde septiembre las vitrinas exhiben cachivaches navideños, falsamente rebajados. Papá Noel, con sus anteojos de agiotista, anda con su traje bullicioso y su sonrisa hechiza, falsa, de hombre sospechosamente feliz.
Melchor, Gaspar y Baltazar engordan sus camellos para llegar a tiempo con sus regalos el 6 de enero.

Desde los primeros teteros las mamás preparan a sus nenas para que sean reinas en belleza. No les enseñan a gatear sino a desfilar.

Octubre empieza desde finales de agosto, o principios de septiembre. Por todas partes se ven brujas flacuchentas, pálidas, sonrientes, cabalgado en sus escobas.

Los administradores de los conjuntos residenciales o centros comerciales dejan los arreglos de brujas hasta finales de noviembre. Mientras tanto, cranean los arreglos decembrinos que permanecerán hasta enero.

Semana Santa empieza dos meses antes. Judas es traidor desde finales de febrero. Desde el miércoles de ceniza Pilatos empieza a “ponciopilatearse” las manos.

Vuelven y juegan Pedro y el gallo que lo hizo quedar como una sandalia. Cada año me preguntó a qué sancocho trifásico fue a para el famoso gallo de la pasión, cuántas gallinas engatusó con falsas promesas matrimoniales para engullírselas.

Dimas y Gestas son invocados por sus colegas ladrones para que les vaya bien, sin tener que trabajar mucho para minimizar el estrés que genera ser pillo.

Nos enfermamos con retroactividad: “Me va a dar un ataque”, “me muero, me muero”, “me tomaré una pepa para el próximo dolor de cabeza”.

También morimos con retroactividad cuando pagamos el entierro por cuotas. En noviembre hay que espantar a los empresarios de pompas fúnebres que nos bombardean con rebajas “por pronta muerte.”

Inevitable recordar la recomendación del viejo Mark Twain: Vivir de tal forma que lo lamente hasta el dueño de la funeraria. Pasa noviembre y nos olvidamos de la receta del gringo mayor.

En Colombia, si bien gobernadores y alcaldes empezarán a mandar a partir de enero, los corruptos barajan cómo se harán a su pedazo de presupuesto. Robarán lo suficiente para garantizarse el premio de la casa por cárcel. Luego saldrán a disfrutar de sus avivatadas.

Somos eróstratos modernos que añoramos la suerte, la fortuna, la mascota, la mujer, los poemas del vecino. Vivimos en cuerpo ajeno. Por eso cuando estamos bien en una fiesta decimos: ¿Y ya que estamos tan bueno para dónde nos vamos?

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