Inmigrantes: venden en la calle y viven en la calle

Para algunos indigentes que pernoctan en el parque MacArthur, la venta ambulante es lo único que les ayuda a obtener unos dólares para comprar comida, ropa y cubrir sus necesidades básicas

Maria Dolores Tafoya y su esposo Jose Maesta, ambos originarios de Mexico, venden y viven en las calles de Los Angeles.

Maria Dolores Tafoya y su esposo Jose Maesta, ambos originarios de Mexico, venden y viven en las calles de Los Angeles. Crédito: Ciro Cesar | Impremedia/La Opinion

Recién pasó el martes 13, pero los días de mala fortuna son comunes para José y María.

Esta pareja de ancianos ofrece cargadores de celulares, películas, bocinas y todo lo que pueden en una banqueta de la calle Alvarado de Los Ángeles, cerca del Parque MacArthur. Para ellos es una mañana típica: no han vendido nada.

“A veces ganamos un dólar, a veces nada”, dice José Maesta, de 72 años, y explica cómo consiguen alimento en los días malos. “Compramos comida del McDonald’s o de la 99 [Cents]”.

Ellos no saben con certeza cuántas noches llevan durmiendo en el parque MacArthur, frente al lugar donde venden su mercancía. Su cálculo es de “meses” y un par de lluvias.

“Vivir en la calle es malo, cuando llueve uno se enferma, te roban las cosas, te insultan”, cuenta María Dolores Tafoya, de 66 años. “¿Usted cree que de aquí sacaremos para pagar una renta de 1,000 dólares?”.

Para algunos indigentes que pernoctan en el parque MacArthur, la venta ambulante es lo único que les ayuda a obtener unos dólares para comprar comida, ropa y cubrir sus necesidades básicas.

“Es muy común aquí y por eso no queremos que cada vez más gente tenga esa situación”, dice Juan Rodríguez, dirigente de la Unión Popular de Vendedores Ambulantes de Los Ángeles, que aboga por la legalización de los comerciantes irregulares a través del establecimiento de tianguis populares.

Alexa Montero tambien se ve en la necesidad de vivir en la calle ante la falta de recursos para pagar una renta.
Alexa Montero tambien se ve en la necesidad de vivir en la calle ante la falta de recursos para pagar una renta.

Una mala relación la deja sin nada

Alexa Montero es una mujer transgénero que ha vivido en la calle desde hace dos años.

Durante el día se le ve ofreciendo ropa usada en el barrio de Westlake. Antes era estilista y alquilaba un apartamento, pero una mala relación sentimental la dejó sin nada.

“He estado juntando dinero para rentar un cuartito de unos 250 dólares, pero nomás saco para comer”, dice la originaria de Michoacán, quien vende por unas diez horas diarias y a veces sólo gana 40 dólares.

“Vivir en la calle es feo, porque no tienes dónde bañarte, dónde dormir”, señala Montero.

Crisis de desamparados

El gobierno de Los Ángeles declaró estado de emergencia para destinar un fondo de 100 millones de dólares que resuelva la crisis de desamparados que se acentuó en los últimos años. Se estima que hay más de 25,000 indigentes en esta ciudad, de los cuales dos tercios viven en el centro.

Esto limita los recursos que se ofrece a este grupo en las inmediaciones del parque MacArthur.

El concejal Gil Cedillo, representante de la zona, dijo que la iniciativa es “positiva” y afirmó que a diario ahí se ofrecen recursos y albergue a los desamparados.

“Hemos visto un incremento del desamparado en toda la ciudad, especialmente en el parque MacArthur”, admitió Cedillo.

Las personas sin hogar que también venden en la calle esperan beneficiarse del plan municipal.

Ruben Valencia, de Colombia, ofrece su mercancia en la banqueta frente al Parque MacArthur.
Ruben Valencia, de Colombia, ofrece su mercancia en la banqueta frente al Parque MacArthur.

“Queremos salir de la pobreza, pagar impuestos, no queremos vivir en el parque”, dice Rubén Valencia, un colombiano de 50 años que ha pasado los últimos dos durmiendo a la intemperie, en Westlake.

Su principal ingreso proviene de los electrónicos, zapatos y ropa que recicla y vende en el corredor Alvarado. “Son cosas que los americanos botan y que nosotros vendemos”, menciona.

Cuando el hambre arrecia y tiene los bolsillos vacíos, él apela a la confianza de otros vendedores ambulantes.

“Ha habido muchos días que no vendo nada y agarramos crédito con los vendedores de pupusas y al otro día les pagamos”, cuenta el colombiano. “Así sobrevivimos”.

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