La respuesta de Roger Mahony

Evolución histórica sobre la forma de lidiar con los casos de abuso sexual

Cardenal Roger Mahony, Arzobispo emérito de Los Ángeles.

Cardenal Roger Mahony, Arzobispo emérito de Los Ángeles. Crédito: Archivo/Aurelia Ventura / La Opinion

Amigos en Cristo, esta mañana le envié esta carta al arzobispo José H. Gómez relatándole la historia y las vicisitudes por las que hemos pasado desde mediados de la década de 1980. No hay nada confidencial en mi carta.

Estimado arzobispo Gómez,

Por la presente carta deseo relatar brevemente la forma en que la Arquidiócesis de Los Ángeles y yo dimos respuesta al creciente escándalo sobre conductas sexuales impropias por parte de los clérigos, especialmente en los casos donde había menores implicados.

Nada de mi propia historia o educación me preparó para lidiar con este grave problema.

Poco después de ser nombrado el 5 de septiembre de 1985, di los pasos necesarios para crear la Oficina del Vicario para el Clero, así todas las vías de ayuda a nuestros sacerdotes podrían centralizarse en un solo lugar. Durante el verano de 1986 invité a un abogado amigo de Stockton para dirigirse a nuestros sacerdotes durante el retiro anual en el Seminario St. John’s y abordar el tema del abuso sexual de menores. Hacia el final de 1986 se comenzó a trabajar con el Consejo de Sacerdotes para establecer las políticas y los procedimientos que nos orientarían a todos sobre la manera de lidiar con las acusaciones de conducta sexual impropia. Dichas políticas y procedimientos se sometieron a muchas revisiones en la arquidiócesis, y fueron finalmente adoptados en 1989.

Durante estos años de intervención surgió una pequeña cantidad de casos. Busqué el asesoramiento de otros obispos del país, incluyendo al cardenal John O’Connor de Nueva York, el cardinal Joseph Bernardin de Chicago y el entonces obispo Adam Maida de Green Bay. Consulté frecuentemente con la Conferencia Episcopal. Todo el consejo que recibí fue retirar a los sacerdotes de su actividad ministerial si existían sospechas razonables de que habían ocurrido instancias de abuso, y luego remitirlos a uno de los varios centros de tratamiento del país para llevar a cabo una evaluación y una recomendación.

Este procedimiento era estándar en todo el país para todas las arquidiócesis/diócesis, los distritos escolares, las demás iglesias y para todas las organizaciones de jóvenes que trabajaban con menores. De hecho, nunca nos dijeron que seguir estos procedimientos resultaba ineficaz, y que los infractores no eran capaces de ser tratados de forma alguna para poder reanudar sin peligro su ministerio sacerdotal.

En 1994 fuimos una de las primeras arquidiócesis en el mundo en instaurar un Consejo Asesor sobre el Abuso Sexual (SAAB, en inglés), que ofreció asesoramiento y recomendaciones muy útiles a la Oficina del Vicario para el Clero acerca de cómo lidiar con estos casos. Mediante la ayuda de este Consejo, nos fuimos acercando a una política de “tolerancia cero” para los sacerdotes que habían sido acusado y dichas acusaciones habían sido comprobadas como ciertas.

Este grupo fue decisivo a la hora de implementar el Estatuto para la protección de niños y jóvenes, y fue un cuerpo invalorable para mí y nuestra arquidiócesis. Este grupo atendía todos los casos con mucho cuidado, justicia y preocupación por nuestros jóvenes.

Desde el año 2003 al 2012 la arquidiócesis se sometió a varias auditorías de cumplimiento a cargo de estudios profesionales contratados para estos fines. La mayoría de los auditores eran agentes jubilados del FBI, individuos muy competentes.

Todas las auditorías concluyeron que la arquidiócesis había cumplido plenamente con el estatuto.

Cuando fue recibido formalmente como nuestro arzobispo el 26 de mayo de 2010, comenzó a informarse sobre todo lo que se había hecho a lo largo de los años para proteger a los niños y los jóvenes. Se convirtió oficialmente en nuestro arzobispo el 1º de marzo de 2011, y se vio implicado personalmente en la auditoría de cumplimiento de 2012, en la que una vez más, se consideró que habíamos cumplido plenamente con el estatuto.

En ningún momento a lo largo de los últimos años usted cuestionó nuestras políticas, prácticas o procedimientos para lidiar con las conductas sexuales impropias del clero en las que se vieran implicados menores.

He señalado en reiteradas ocasiones que cometí errores, especialmente a mediados de la década de 1980. He pedido disculpas por esos errores y me comprometí a asegurarme de que la arquidiócesis fuera un lugar seguro para todos.

Desafortunadamente, no puedo dar marcha atrás y remontarme a la década de 1980 para revertir las acciones y las decisiones que se tomaron en aquel momento.

Pero cuando me retiré de mis funciones como arzobispo activo, le entregué una arquidiócesis insuperable en lo que respecta a la protección de niños y jóvenes.

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